Esta familia permanece en el más absoluto anonimato y trata de no hacer demasiado pública su fe sino de sobrevivir en medio de un mar creciente y avasallador de leyes que están regulando toda la vida y existencia de los habitantes de esa República.
Cuenta M. que hay que olvidarse ya del regreso a las antiguas posiciones socialistas, eso nunca más va a suceder, el Islam hoy lo domina todo allí. Las mujeres que hasta hace pocos años vestían a la europea han cambiado sus trajes por burkas y velos, no se atreven a salir a la calle de otra forma; los hombres ya no visten más corbata ni trajes, todos van con túnica y amplios pantalones, dejan crecer sus barbas y abandonaron elementales normas de higiene, viven exclusivamente para someterse a la Ley Islámica. Los niños asisten a las únicas escuelas posibles y que permanecen abiertas: las madrazas; en la Universidad se ha dejado de impartir clases de tecnología o humanidades y sólo extienden títulos vacíos de contenido porque la preparación académica ha sido sustituida por la formación religiosa con base en el Corán.
Los hábitos y costumbres ancestrales están siendo sustituidos por las normas coránicas, sólo sirven los juicios de imanes dictados para cualquier asunto de la vida. Los dineros llegan abundantes desde aquellos países que persiguen la islamización forzada de toda Asia, incluidas las antiguas repúblicas soviéticas. No hay posibilidad de intervenir a favor de mujeres, niñas u hombres que no estén dispuestos a seguir esta nueva dictadura.
Encerrados en un círculo de odio
Esta gran familia metida de lleno en el ojo del huracán cuenta que no hay otra forma de ganar a estas personas sino es mediante las muestras de amor porque están literalmente secuestradas por un poder maléfico que las tiene dominadas y encerradas en un círculo de odio infernal que las está destruyendo.
Reconoce M. que Occidente no sólo ha perdido esta guerra, sigue sin admitir una situación que no tiene retorno y niega que exista un perverso plan con un final descriptible que se va cumpliendo a rajatabla.
Señala rotundamente M. que todo parece estar preparado para el siguiente asalto, la toma de Occidente. Está en ello todo el mundo islamico radical, no van a parar; el enfrentamiento tiene fecha y nadie lo va a detener al menos desde dentro de las democracias, menos todavía desde el mundo musulmán.
Señala M. que la democracia ha dejado de ser la respuesta a esta situación, ha perdido y dilapidado todo el crédito de que disponía. Occidente está degradado para el mundo musulmán, no representa un referente a imitar pero sí digno de ser erradicado por cuanto sus modelos son nocivos para la salud moral y espiritual del islamismo mundial. Occidente, sin embargo, cree que todavía es tiempo de una respuesta coherente como es alcanzar acuerdos de convivencia compartiendo espacios y viviendo en mutuo respeto.
M. cuenta desde dentro del huracán que nada de eso va a suceder y para comprobarlo sólo hay que vivir entre ellos. Admite tener mucho miedo por los suyos, su familia, su propia vida, pero cree que la única respuesta está en que nosotros, no siendo mejores, somos superiores a ellos en cuanto a modelos todavía no explorados como parte de la solución.
Cree que la única respuesta posible para superar esta dramática situación está en nuestro viejo modelo de fe y ético, el mismo que desde dentro de nuestras propias filas hemos defenestrado, olvidado, abjurado; nuestra civilización todavía posee valores y cimientos subyacentes que nadie ha sido capaz de arrancar porque están instalados en lo más profundo de nuestras conciencias y todavía no hemos apelado a ellos.
Recuperar un mensaje de firmeza
Desde el mismo ojo del huracán, M. señala que Occidente debería recuperar un mensaje de firmeza sin armas, sin odio ni revanchas, hasta que ellos entiendan que si no cambian están destinados a una destrucción segura, que sólo la fe en un Dios que es buscado por todos y el respeto en amor mutuo serán las claves para superar esta dramática situación en que está instalada la humanidad. Cuando ellos se enteren que viven en absoluta ruina moral mientras nosotros estamos destruyendo nuestro patrimonio ayudados de forma perversa con su plan, podrán comprender que pierden la única posibilidad que también tienen ellos de salir adelante, porque tampoco tienen futuro y porque la clave está en nosotros mismos, no en ellos, pues poseemos una cultura mejor y más entera, más firme y sólida, cimentada sobre una fe y una herencia con rasgos comunes que nace de un pequeño pueblo llamado Israel y que ha sido bendición para toda la humanidad. Cuando ellos descubran que son sus primos y hermanos más que sus rivales y verdugos y estas lecciones no las imparten ONGs, ni las democracias, la implantación de valores seculares, ni buena acciones solidarias, ni la OUN, ni emisarios de buena voluntad, estarán en condiciones de entender que no hay muchas posibilidades de salir del atolladero actual en que se ha metido la humanidad si no se recuperan con urgencia dramática las esencias que nos han permitido llegar hasta aquí.
Pero henos ahora con el enemigo instalado entre nosotros mismos, porque el mal no viene solamente desde el lado musulmán, también y de qué manera, procede de nuestras mismas sociedades que se odian tanto a sí mismas que no tienen inconveniente en pactar con lo peor de quienes pretenden nuestra destrucción. Nuestros peores enemigos están entre nosotros, los hemos alimentado con la peor de las vitaminas: el nihilismo y el relativismo junto a sus hermanos: miedo a cualquier precio.
En estos momentos las ideologías han perdido toda su capacidad de ejercer influencia alguna sobre el fenómeno que estamos tratando si exceptuamos la única fórmula que poseen que es el desarme unilateral, la rendición incondicional a cambio de una paz fraudulenta, cualquier cosa sin alternativa mejor que signifique algo aceptable para nuestros enemigos.
Entre nosotros no son pocos cuantos sostienen que se conseguirá una paz duradera sentados a una mesa y dialogando; ignoran que sólo la rendición es la base de dicha paz, cuando devolvamos según el imaginario islamico todo lo que les hemos quitado y arrebatado, tierras, espacios, ciudades donde vivieron por siglos instalados; sólo cuando las democracias se pongan de rodillas y clamen piedad ante las víctimas que han creado a lo largo de siglos de dominación y postración bajo el yugo judeo-cristiano y occidental. Estos que así creen, formulan e inspiran ámbitos de paz duradera, estos y no los otros son nuestros peores enemigos aquellos en cuyo lenguaje no cabe el perdón, la misericordia, el amor, la piedad, la fe, la humildad, la religiosidad bien entendida y respetada para con los demás porque nunca han creído en su eficacia ni tampoco la practican visto cómo está Occidente hoy.
Si nos vencen será porque les hemos entregado todo despojándonos previamente en un acto suicida y estúpido de esos valores, nos hemos vaciado y estamos en pleno desmontaje del mejor conjunto de principios conocido por la humanidad, es el suicidio.
Entregamos nuestros hijos e hijas
Les proponemos acudir desnudos, sin contenido ni opciones mejores y les estamos entregando nuestros cuerpos y almas, las de nuestros hijos e hijas, nietos, cultura, porque hemos llegado al extremo de perderles todo respeto, no les damos valor alguno, nos hemos vaciado del mejor bagaje que han podido tener nuestros descendientes para mañana y del que han procedido los mejores espíritus de todos los tiempos, incluidos aquellos que velaban y cuidaban una relación con su Dios porque se sabían dependientes de él y desgraciadamente hoy no los tenemos a mano, los hemos despreciado, menospreciado.
Sus ejemplos han sido expulsados de una sociedad que los ha sustituido por los más flojos, débiles y cobardes. Estamos en manos de los que no tienen prejuicio alguno en entregar lo que no valoran, lo que menosprecian, una preciosa herencia, porque no se respetan ni a sí mismos.
Con el arma de la religión malentendida, el mundo islámico está poniendo de rodillas a culturas que han arrinconado como paso previo para la derrota final y de este modo están ganándonos una batalla que tiene un largo recorrido porque no tienen prisa en la batalla de hoy aunque la pierdan.
Lo que cuenta es la derrota final y a ella se aplican sin aceleraciones mientras sus rivales creen posible acuerdos de paz hablando y dialogando, pactando y acordando condiciones que nadie parece dispuesto a cumplir porque están cimentados sobre falsos principios y recelos de todas las partes.
Aquí, permítanme señalar que judíos y cristianos tienen mucho que hacer juntos, unidos. Es un urgente llamado a las conciencias de todos; por el momento son el mejor fondo actual de recursos y principios a aplicar frente a un fenómeno para el que muy pocos hoy disponen de respuesta eficaz y que avanza sin freno ni obstáculos que se lo impidan, porque la política ha perdido su oportunidad y descarriada ella misma nos está llevando al descarrilamiento general.
M, nos está avisando desde adentro mismo del volcán y sabe cómo de caliente está la caldera, a punto de estallar.
TOMADO DE : http://www.aurora-israel.co.il/articulos/israel/Opinion/32929/
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