domingo, 1 de abril de 2018

LA NUEVA TORRE DE BABEL

La construcción de una nueva sociedad
Muchas lenguas convergen en un solo entendimiento



A la luz de la conquista de importantes derechos sociales, la sociedad contemporánea ha entrado en una nueva era, una era que comienza a dar garantías a la más amplia gama de demandas y a sectores que se habían sentido marginado de ella, los más diversos grupos sociales, de los más amplios espectros,  hoy enarbolan el triunfo de sus batallas que a la luz de los deseos de los hombres y bajo esta perspectiva parece ser justa. En el transcurso de la historia las demandas que hoy se alzan como derechos fundamentales de los hombres fueron limitados y condenados por una sociedad que se caracterizó por su religiosidad y su conservadurismo. Esta situación ha venido cambiando a un paso cada vez más vertiginoso, en favor de aquellas conquistas ha surgido una sociedad distinta de la que hace tan solo un siglo se imponía. Podemos señalar con absoluta certeza, que aquel mundo que habíamos conocido, aquel mundo caracterizado como “moderno” ha concluido, para dar nacimiento a un nuevo tipo de sociedad, una sociedad que ha superado la modernidad, y que los filósofos e historiadores han denominado como “Posmodernismo”, algunos incluso estiman que hasta este concepto hemos superado, encontrándonos hoy en lo que sería una sociedad “Hipermoderna”. Pero para todos los efectos hablaremos en esta ocasión de posmodernismo.

La historia del hombre se ha ido dinamizando poco a poco, los procesos históricos se ha ido agilizando sobre todo a partir de la caída de Constantinopla en manos Otomanas en 1453, que significó el cierre de las rutas comerciales hacia oriente, lo que obligó a las potencias occidentales a buscar nuevas rutas que los dirigieran hacia aquel lejano oriente. A partir de ese suceso que da inicio a la época moderna, la historia del mundo se acelera como una bola de nieve que comienza a rodar montaña abajo, el hombre a su vez comienza a desligarse de la opresión religiosa que le imponía la Iglesia católica, se desmarca de ella y busca sus propios caminos de desarrollo. De esta manera llegamos a la Revolución Francesa que va a dar inicio a una época absolutamente revolucionaria, valga la redundancia, y que según palabras de Gilles Lipovetsky “La sociedad moderna era conquistadora, creía en el futuro, en la ciencia y en la técnica, se instituyó como ruptura con las jerarquías de sangre y la soberanía sagrada, con las tradiciones y los particularismos en nombre de lo universal, de la razón, de la revolución[1]. Aquel orden que rompía con el viejo orden representado por las monarquías, la Iglesia católica y el feudalismo, se va a estrellar y destrozar en el siglo XX, las formas de socialización establecidas o las formas de entender la construcción social se verán destruidos, por lo que los objetivos de la sociedad moderna que la habían caracterizado cambiarán completamente de rumbo, la sociedad se ha organizado de manera distinta y se ha orientado hacia nuevos comportamientos condicionados por una sociedad hiperconsumista, que a partir de la Segunda Guerra Mundial no ha parado de ampliar sus horizontes. Como lo hemos explicado en otros artículos, el terror al que se sometió la humanidad en el siglo XX nos llevó a la destrucción de aquellos grandes ideales, y en los que los hombres dejaron de creer, abandonando los grandes sueños colectivos entorno a los cuales habíamos construido nuestras sociedad, “dando paso a nuevos valores que apuntan al libre despliegue de la personalidad intima, la legitimación del placer, el reconocimiento de las peticiones singulares, la modelación de las instituciones en base a las aspiraciones de los individuos[2]”.

Para muchas personas este mundo que ha nacido a partir de las cenizas de una Europa devastada por la Segunda Guerra Mundial, resulta incomprensible, pero si hacemos el ejercicio de comprenderlo a partir de una mirada posmoderna, ya comenzamos a tener cierto entendimiento de ella, y nos permite además comprender el vacío que domina a una sociedad desorientada y en busca de nuevos valores que vengan a gobernar y dirigir el devenir del hombre en su paso por este mundo, ya hablamos acerca de la Muerte de Dios, y como este concepto resulta fundamental para comprender este posmodernismo que se ha enseñoreado de nuestro mundo. A partir del nacimiento de una nueva sociedad, con nuevos valores, sin la presencia de Dios, al cual el hombre asesinó, comienza la construcción de una sociedad a la medida de los hombres, el filósofo francés Gilles Lipovetsky, nos da una mirada que nos ayuda en la comprensión de esta construcción:   

“… el derecho a ser íntegramente uno mismo, a disfrutar al máximo de la vida, es inseparable de una sociedad que ha erigido al individuo libre como valor cardinal, y no es más que la manifestación última de la ideología individualista; pero es la transformación de los estilos de vida unida a la revolución del consumo lo que ha permitido ese desarrollo de los derechos y deseos del individuo, esa mutación en el orden de los valores individualistas. Salto delante de la lógica individualista: el derecho a la libertad, en teoría ilimitado pero hasta entonces circunscrito a lo económico, a lo político, al saber, se instala en las costumbres y en lo cotidiano. Vivir libremente sin represiones, escoger íntegramente el modo de existencia de cada uno: he aquí el hecho social y cultural más significativo de nuestro tiempo, la aspiración y el derecho más legítimos a los ojos de nuestros contemporáneos.” [3] 
Laodicea una congregación adecuada a nuestros tiempos

Las palabras de Lipovetsky nos otorgan importantes luces para la comprensión de esta sociedad contemporánea, al comprender además los conceptos de modernismos y posmodernismos, podemos situarnos y clarificar las características de nuestra sociedad, una sociedad que se ha sumergido en el individualismo, en la búsqueda de los placer y el hedonismo, en el nulo sentido de la trascendencia, y en el profundo vacío que nos inunda como sociedad, al comprender el rumbo de esta sociedad posmoderna, se nos viene a la mente una escena que nos describe el Evangelio de San Mateo, la cual  señala:
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus pollitos bajo las alas, pero no quisiste! pues miren, el hogar de ustedes va a quedar abandonado; y les digo que, a partir de este momento, no volverán a verme hasta que digan: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” (Mateo 23:37-39)[4]



Esta escena corresponde al pueblo de YHVH que no quiso congregarse junto a él, y decidió seguir su propio camino alejado de su regazo, la escena de estos tiempo es la misma, de un mundo que ha matado a Dios, le ha negado y ha decidido construir su propio porvenir, pero en este camino ha de quedar desamparado, sin hogar y no podrán ver, ni menos conocer a su Dios hasta que llegue aquel momento ineludible en que digan ¡Bendito es el que viene en el nombre del Señor!. Aquel lamento, es el mismo de hoy para una sociedad que se ha enaltecido a sí misma, que vive en el vacío  y que ha pretendido construir un edificio demasiado alto para su propia gloria, una edificación que los lleve hacia el cielo en franco desafío a YHVH.

La condición de nuestra sociedad, que hemos descrito, nos habla de igual forma, del cumplimiento certero de las escrituras en cuanto a la descripción de la última sociedad antes de la segunda venida de nuestro Mesías; como lo hemos explicado en otros artículos, el mensaje a la congregación en Laodicea gráfica perfectamente la decadencia, no solo de la congregación del Señor, sino que la decadencia de toda una sociedad, aquella sociedad que ha decretado la muerte de Dios. Aquella condición que hemos descrito tiene una perfecta representación en el propio nombre de la localidad donde se ubicaba este grupo de creyentes, o iglesia como se le ha traducido, en Laodicea, la cual es una palabra compuesta de la siguiente manera: “Laos” cuyo significado es “pueblo” y “Dike” que significa “derechos”, por lo que literalmente su significado es “Derechos del Pueblo”. Laodicea, que representa a la última congregación de creyentes, como también a la última sociedad, tiene directa relación con un pueblo que se ha levantado en pos de la conquista de sus derechos, que abandonó hace mucho el sustento que podría entregarle su creador, por conquistarlos por su propia mano, olvidándose por completo de quien había sido su proveedor y sustentador, hoy aquellos derechos son demandados a gran escala y han contribuido a llevar a nuestra sociedad hacia el lamentable estado social, valórico y moral en la que se encuentra. Respecto de esto último, convengamos en que muchos de aquellos derechos son justos, debido a la opresión que han sufrido ciertos sectores y que hoy se levantan por la conquista de aquello que se le ha negado, pero como hemos visto a través de la historia, la que se ha encargado de demostrarnos claramente y con variados ejemplos, como los ejercicios revolucionarios, terminan en feroces dictaduras y engulléndose a sus propios protagonistas, por lo que estas revoluciones posmodernas terminarán llevándonos inevitablemente hacia una dictadura mundial y hacia un control total, del cual ya comenzamos a tener el “privilegio” de ser testigos.


El mensaje a Laodicea es famoso y suele citarse continuamente en las congregaciones, pero al comprender la sociedad en la cual estamos insertos, y la iglesia de estos tiempos, podemos comprenderlo de mejor manera, este mensaje nos habla de un tiempo de oscuridad, de ceguera, de una sociedad y de una iglesia que se siente rica y que no tiene necesidades, pero que no sabe que es desventurada, miserable, pobre, ciega y esta desnuda; y que ha sacado a su creador de su seno, por lo que Él está a la puerta y llama esperando que alguien le escuche y abra su puerta, para entrar a él y cenar con él. Estas últimas palabras nos hablan de la condición de los hombres contemporáneos, quienes han abandonado completamente la guía y el sustento de su creador, quienes le han asesinado y eliminado de sus vidas, este último mensaje es mucho más íntimo, le habla personalmente a quien desee escucharle y abrir su puerta, el mensaje ya no es a las masas, quienes caminan en pos de sus propios derechos, el mensaje aquí es individual, pues a esta altura de la historia, las grandes luces, el esplendor, y el inmenso brillo que genera el ego de los hombres ha cegado el entendimiento de una sociedad que no cesa de edificar con ladrillo dejando de lado la roca.

A este complejo y peligroso período que hoy vivimos, debemos agregarle muchos otros elementos como lo es esta especie de nueva guerra fría que ha resurgido en las potencias mundiales, pero ahora agregándose otro gigante como lo es China, el mundo vuelve a estar en riesgo de alguna hecatombe nuclear provocada por las grandes potencias y por países más pequeños que pertenecieron a un tercer mundo, pero que hoy poseen un poder nuclear considerable; además del peligro geopolítico, debemos agregar otros factores como lo son los climáticos, ecológicos y humanitarios que enfrenta la humanidad en nuestros días. Sin embargo existe también un complejo entramado político social, que resulta mucho menos evidente, pero al cual no debemos pasar por alto.

Las escrituras nos hablan de muchas maneras, nos hablan del pasado, de una historia que debemos conocer, nos habla directamente a nuestro espíritu, también nos habla acerca del futuro; y dado el contexto al que hemos llegado como sociedad, podemos realizar un paralelo con una historia que registra el libro de Génesis en su capítulo 11, La Torre de Babel, las escrituras señalan:

“Tenía entonces toda la tierra una sola lengua y unas mismas palabras. Y aconteció que cuando salieron de oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: Vamos, hagamos ladrillo y cozámoslo con fuego. Y les sirvió el ladrillo en lugar de piedra, y el asfalto en lugar de mezcla. Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de la tierra”. (Génesis 11:1-4)
Aquel mundo que relata este pasaje, pareciera demasiado lejano, con miles de años de distancia, y así fue, sin embargo también es nuestro mundo, un mundo donde la roca se ha dejado de lado para construir una sociedad a la medida de los hombres, desecharon la piedra y decidieron construirlo con ladrillos, elementos que son construidos por el hombre, a la medida que los hombres estiman, esa es la condición de nuestra sociedad, la rebelión de los hombres, han sacado a su creador de su camino, y los hombres han decidido construirlo de la manera que lo estimaron mejor, hemos llegado a un punto, después de muchos conflictos a través de los siglos, donde este mundo global, parece entenderse mejor, con ideales unificadores, con sueños y conquistas sociales que son aceptadas por la gran mayoría de la población, y que se transforman en elementos que le otorgan un elemento más conciliador entre las diversas posturas que siguen los hombres, de esta manera los hombres se une bajo la construcción de un solo mundo, de un solo edificio, con un mismo lenguaje y una misma manera de entender el mundo, aunque insisto, el mundo que los hombres construyeron, una construcción sin la piedra que es el Mesías, sino con ladrillo, que está hecho a la medida de los hombres.

Y este mundo que han construido los hombres parece alcanzar los más grandes logros a los que podríamos haber imaginado algunas vez, aquellas obras de la literatura universal que nos legaron grandes autores del pasado, que nos hablaban de un mundo fantástico, ciertamente han quedado pequeños en su visión de un futuro auspicioso, hoy nos ha correspondido ser testigo del avance arrollador de la modernidad frente a la cual solo atinamos a seguir aquel agresivo devenir, el mundo ha entrado en un proceso globalizador donde ya es muy difícil que algún país del mundo pueda sustraerse. Aquel proceso que comenzara con la primera vuelta al mundo en el ideario de Hernando de Magallanes y que concluyo Sebastián Elcano en 1522, al unir el mundo por primera vez bajo la posibilidad de comerciar en todo el orbe, hoy ha llegado a su zenit, el mundo se encuentra unificado bajo un capitalismo triunfante, y bajo el poder del Imperio más grande que haya visto la humanidad como lo es el Imperio de Estados Unidos, el que ha llevado el intercambio comercial a su punto máximo, situación que nos permite interactuar de manera instantánea con cualquier lugar del mundo. A pesar de aquellos supuesto buenos augurios, la realidad es que nos encontramos, como tantas otras veces en nuestra historia, al borde del abismo, pues toda la prosperidad y opulencia que podemos observar son tan solo un espejismo, debido a que la realidad es muy distinta, y la historia nos ha enseñado que cuando hemos alcanzado ciertos niveles, lo que inevitablemente viene a continuación es la debacle total, para perder todo aquello que los hombres habían atesorado, y que está basado en su orgullo, en la conquista de poder y en la construcciones de grandes monumentos para exaltar un ego que nos supera a nosotros mismos.

Existe una voluntad de poder que los hombres poseen innatas en su interior, esta nunca deja crecer, no importa las experiencias que el estudio de la historia nos traiga a la memoria, siempre se levanta un nuevo poder que buscará expandirse en desmedro de aquellos pueblos más débiles, pues el poder es como la vida misma, si deja de crecer se debilita y tenderá a su muerte, por lo que quienes ostentan el poder buscarán el crecimiento y por lo tanto la conquista, y en este momento histórico donde el mayor poder que ha dado la historia comienza a quebrajarse, la lucha por la hegemonía desde ya se vislumbra encarnizada, y sabemos que las condiciones de hoy son abismalmente diferentes de aquella que tenía el mundo a principio del siglo XX, en cuanto a los aspectos sociales, económicos, tecnológicos, a pesar del avance de nuestra sociedad la situación de hoy se asemeja peligrosamente, las potencias de aquel momento no tuvieron mayores reparos en declararse una guerra que parecía de rápida resolución, pero que terminó desembocando en el mayor conflicto bélico que la humanidad había presenciado hasta aquel momento, como la fue la Gran Guerra, conocida hoy como la Primera Guerra Mundial. Aquel mundo orgulloso que existía a finales del siglo XIX, un mundo que alcanzaba los más grandes logros al ritmo del avance que otorgaba la Revolución Industrial, con imperios europeos que se erguían como los señores absolutos del planeta, terminarían suicidándose en la Gran Guerra de 1914, entregándole el control a la nueva potencia que emergía de las cenizas europeas como lo fue Estados Unidos. En nuestros días y después que el siglo y la “pax” americana parecían perpetuarse, surgen nuevos poderes que amenazan su hegemonía, aquella unipolaridad que nos legó la caída del muro de Berlín resultó muy breve, hoy la multipolaridad de nuestro mundo nos deja en un escenario muy similar al comienzo del siglo pasado, donde el surgimiento de la nación alemana vino a desafiar la hegemonía británica. Esta multipolaridad hoy nos deja frente nuevamente ante un choque de poderes, que si algo de ello está claro, es que no retrocederán en su empuje de poder manteniendo al mundo en una tensa calma, antes de la gran tormenta que vislumbramos en el horizonte.



La historia nos deja grandes lecciones, de las que muy pocas ocasiones hacemos caso, como hemos hablado en otras publicaciones, el posmodernismo nos ha legado el mundo en el que hoy estamos insertos, un mundo que ha perdido la fe, que ha dejado de creer en los grandes ideales, que ha dejado de seguir grandes ideologías, que básicamente ya no cree en nada de los que solíamos creer, todo aquel mundo se destruyó junto a las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki, con los desastres que enfrentó la humanidad en la primera mitad del siglo XX, y el terror nuclear que le siguió en la segunda mitad. Este mundo descreído del que hoy somos parte trae consigo peligros aún mayores, pareciera difícil que el mundo vuelva a creer en figuras mesiánicas como lo fueron aquellas surgidas de las cenizas de Europa en los años 20 del siglo XX, como lo fueron Mussolini, Hitler o Stalin, sin embargo este mundo que pareciera haber desechado las grandes ideologías, es justamente a la mayor amenaza a la que se enfrenta. Estamos ante un mundo que cree tener el control de su porvenir y que se enorgullece de haber conquistado los espacios que a las minorías se les había negado históricamente, justamente por la hegemonía de ideologías que reprimían su expansión y que hoy parecen haber vencido, hoy en un mundo y una modernidad desatada, que cabalga sin rumbo hacia una globalización total, no sólo financiera, sino también en muchos aspectos como valores sociales, ecológicos o religiosos, terminará arrimándose hacia un idealismo de una fe en común que ha de unificar todos aquellos nuevos ideales y aquellos sueños de la construcción de una nueva sociedad, la sociedad que ellos han decido construir, por supuesto muy alejados de aquellos valores que YHVH dejó escrito para sus hijos. No, La sociedad que se está construyendo ha decido destruir aquella otra sociedad, que hoy está asociada a la represión y el abuso, y de la cual debemos ser claros al señalar que la iglesia cristiana contribuyó en ello. La mayor intolerancia y los mayores crímenes se han perpetrado en nombre de Dios y la religión, por lo que nuestra sociedad ha decido desechar la idea de algún Dios y construir su propio edificio, una nueva Torre de Babel, donde los hombres vuelven a hablar el mismo lenguaje, con nuevos valores, construidos para aquella sociedad que ellos determinaron construir y que pretenden nuevamente elevar hasta el cielo, en franco desafío a Dios, a quien están rechazando con su construcción.  

Como lo señalamos, es un tema de justicia señalar que la iglesia cristiana ayudo en esta idea y en el rechazo de la sociedad a esta construcción humana que es la iglesia y que se ha llenado de crímenes, si como lees, la iglesia cristiana es una construcción humana, heredera y continuadora del Imperio Romano, y que muy poco tiene que ver con lo que nos enseñan las escrituras, este es un tema más largo de analizar, estudios que hemos realizado con anterioridad en lo que denominamos “El paganismo en la cristiandad”. La Iglesia cristiana, sea católica o protestante, ha sido fundamental en la construcción de esta nueva Torre de Babel que pretende elevarse hasta los cielos, y hoy cooperara en ello. Sin embargo nuestra sociedad ha llegado al punto en que ha superado esta idea, la sociedad actual comienza a alejarse de la era cristiana, accediendo a una sociedad postcristiana, donde volvemos a las antiguas utopías de crear por nuestra mano un mundo ideal, pero al cual accederemos al peligro que nos ha amenazado a través de toda la historia, de aquella sociedad ideal, derivamos rápidamente en principios absolutos que se encargan de dirigir los destinos de los hombres, sometiéndolos bajo el yugo implacable de la mano del hombre, ejemplo tenemos demasiados en la historia donde aquellos sueños de libertad y realización terminaron en brutales regímenes bajo el alero de una ideología o la figura de algún carismático líder. El camino del hombre ha resultado demasiado doloroso en la búsqueda de su plenitud, no encontrándola hasta acá, sino que, como señala la frase popular, han salido de las brasas para caer al fuego una y otra vez, la época moderna es capaz de darnos muchos ejemplos de ello, la Revolución Francesa desembocó en el terror máximo; la Revolución Rusa, termino en manos de un desquiciado como Stalin que significó la tragedia de todo un pueblo; las revoluciones italianas quedaron en manos de Mussolini, el desastre alemán y la revolución socialista después de la Primera Guerra Mundial en manos de Hitler, el sueño republicano español en manos de Franco, en Latinoamérica podríamos hacer listado aún mayor. Los hombres no hemos aprendido de las traumáticas experiencias que hemos vivido y tendemos a repetirlas, por lo que la historia volverá a repetirse, pero esta unificación y globalización de criterios nos han de llevar a la mayor dictadura de la historia, donde por supuesto todos aquellos que no estén de acuerdo con los nuevos valores que han de regir esta nueva torre que continúa elevándose hacia los cielos, deberán sufrir las consecuencias de su intolerancia, concepto que se yergue como su bandera de lucha y entendimiento.

“Y dijeron: ¡Venid! Construyámonos una ciudad y una torre con una representación de los cielos. Y hagámonos un nombre, no sea que seamos esparcidos por la faz de la tierra. Pero YHVH descendió para ver la ciudad y la torre que edificaban los hijos de los hombres. Y dijo YHVH: He aquí que son un pueblo, y todos ellos tienen la misma lengua, y este es sólo el principio de su obra y nada les hará desistir de lo que traman hacer.” (Génesis 11:4-6).




Las palabras del libro de Génesis alcanzan su clímax en nuestros tiempos, los pensamientos de los hombres se están alineando y comienzan todos a hablar una misma lengua, y como señalan las escrituras, a esta altura ya nada les hará desistir de hacer lo que traman realizar, la humanidad se ha subido a una máquina que no posee freno, sólo falta aquel líder que los termine de unificar. En la antigüedad este líder estuvo representado en la persona de Nimrod quien fue poderoso en la tierra, un intrépido cazador enfrentado a YHVH (Génesis 10:8-10), y quien dirigió la rebelión contra Él. Hoy estamos frente a una nueva torre de Babel, en la construcción de una nueva sociedad que hemos descrito sus características a través de este artículo, donde muchas lenguas convergen en un solo entendimiento, de aquí en adelante lamento señalar que sólo nos queda observar la consolidación de este sistema y de este gran edificio que pretenden elevar hasta los cielos, pero así debe ser, hasta que nuestro Mesías vuelva como señala el Salmo 2: “Te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra. Los quebrantarás con vara de hierro; Como vasija de alfarero los desmenuzarás (Salmo 2:8-9)

El profeta Isaías deja unas inquietantes palabras, que si bien describen la infidelidad de Judá, son palabras que grafican nuestra condición actual, y la restauración de todas las cosas, pues de Sión saldrá la ley, y en el santo monte de Sión YHVH pondrá a nuestro Rey y Mesías:

¿Cómo te has convertido en ramera. Oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas. Tu plata se ha convertido en escoria, tu vino está mezclado con agua. Tus príncipes, prevaricadores y compañeros de ladrones; todos aman el soborno, y van tras las recompensas; no hacen justicia al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda.
Por tanto, dice el Señor, YHVH de los ejércitos, el Fuerte de Israel: Ea, tomaré satisfacción de mis enemigos, me vengaré de mis adversarios; y volveré mi mano contra ti, y limpiaré hasta lo más puro tus escorias y quitaré toda tu impureza. Restauraré tus jueces como al principio, y tus consejeros como eran antes; entonces te llamarán Ciudad de justicia, Cuidad fiel. Sion será rescatada con juicio, y los convertidos de ella con justicia. Pero lo rebeldes y pecadores a una serán quebrantados, y los que dejan a YHVH serán consumidos (Isaias 1:21-28)  
Pronto esta nueva Torre de Babel se elevará demasiado alto, y la destrucción caerá sobre ella, pero ante esto surge una nueva pregunta, ¿Qué tiene que ver Babel con nuestros tiempos? Esta es una pregunta que develaremos en un próximo artículo, hasta entonces.

Gabriel Elías.



[1] Lipovestsky, Gilles, la era del vacío, Ensayos sobre el individualismo, Editorial Anagrama, Barcelona, 1986, Pág. 9.
[2] Ibid, Pág. 7
[3] Ibid. Pág.8
[4] Dios habla hoy, Sociedad Bíblicas Unidas, 1966,1970,1979,1983,1996.