La parábola del hijo pródigo, es el resumen de todas las escrituras, ella nos habla de nuestra redención, de un pueblo que se fue de delante de su Dios,
La escritura lo señala y es clara en ello, el Señor cumple su promesa, ese pueblo que desobedeció a su Dios, que decidió seguir los caminos de su Rey Jeroboam, que se perdió en medio de las naciones encontrando la muerte, el Señor lo resucitaría y los haría volver a la vida, a su hijo a Israel, aquel quienes no serían más su pueblo, sin embargo en mismo lugar donde les fue dicho aquello, vosotros no sois mi pueblo, les será dicho pueblo mío y ellos dirán al Señor, mi Dios.
El Señor traerá a Israel de todas las naciones donde fueron esparcidos, y los volverá a juntar con Judá en su mano, el Mesías vino con una misión muy clara, el cordero debía redimir al asno, y quien no sea redimido por el cordero, deberá ser desarraigado del pueblo, el Mesías vino a redimir a Israel y a Judá en dos palos uno para cada pueblo, para que nunca más sean dos, pues serán uno solo en su mano, la palabra se cumplió y el Mesías entregó su vida por ellos, en aquellos dos palos que se hicieron uno.
Las palabras de Ezequiel están destinadas a un solo pueblo, la escritura es clara y no da pie a ninguna interpretación extra, aquellos huesos secos de los que profetizó Ezequiel son la casa de Israel y nos habla de su redención, el los traerá de vuelta al redil después que murieron lejos de su Dios.
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