jueves, 27 de julio de 2017

¿PREDESTINACIÓN O LIBRE ALBEDRÍO?



¿Predestinación o libre albedrío? ¿Estamos predestinados hacia la salvación o condenación de antemano, o tenemos el poder de elegir nuestro destino?, estos son temas que han motivado amplias discusiones teológica y hasta nuestros días continúan las disputas en la amplia diversidad de Iglesias existentes en la actualidad. Las diversas posturas no llegan a consenso, y difícilmente llegarán a uno debido a que las iglesias cristianas han soslayado un tema fundamental frente al cual continúan ciegos, la iglesia se ha olvidado de las raíces que dieron origen a los textos bíblicos y mientras no reconozcan o desconozcan esta realidad, difícilmente llegarán a un punto de encuentro y continuarán en discusiones que no los llevarán hacia ninguna parte. Esto es para que se cumpla la palabra de YHVH, como lo hemos estudiado en artículos anteriores, el castigo de YHVH es que permanecerían cegados tal como lo señaló el profeta Amos He aquí vienen días, dice YHVH el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de YHVH. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de YHVH, y no la hallarán” (Amós 8:11-12). La palabra de YHVH no se equivoca, y así se ha cumplido hasta hoy.

Predestinación y libre albedrío son doctrinas que nacen junto a la reforma protestante de la mano de Juan Calvino y de Jacobo Arminio respectivamente, como respuesta esta última a la doctrina de la predestinación, a partir de entonces millones de creyentes han abrazado una u otra creencia, pero como todos los temas que hemos ido analizando en este espacio, es necesario analizar el origen de esta creencia y lo más importante, si está acorde a lo que nos enseñan las escrituras. Para comprender este concepto resulta absolutamente necesario sumergirnos en la historia, retroceder en el tiempo y comprender las alcances de estas creencias, vamos al análisis.

Las principales doctrinas nacidas en el cristianismo, si bien parecieran estar tomadas de las páginas de la Biblia, y así lo creen la gran mayoría de los creyentes, la mala lectura de ella hizo que estas doctrinas nacieran del pensamiento de los hombres y muy lejos del corazón de YHVH, y de acuerdo a intereses no solo religiosos, sino que también a intereses políticos y económicos, y muy lejos del verdadero sentido que poseen las escrituras. Es bien sabido que la lectura de las escrituras al principio de la era cristiana y hasta bien entrada la edad moderna, estaba absolutamente restringida, por lo que su comprensión e interpretación estaba reservada sólo a una pequeña elite quienes eran los encargados de discernir y contender entre las diversas corrientes surgidas por las doctrinas que triunfarían en esta carrera por obtener la hegemonía en un tema tan fundamental como lo es el desarrollo del poder y donde la religión juega un rol fundamental, desde la partida de los apóstoles inmediatamente se introdujeron herejías que facilitaron un viraje absoluto en la orientación correcta de la fe dada originalmente a los santos, el sentido de la fe original poco a poco fue recibiendo influencias provenientes de otros pensamientos y de otras religiones, credos que se fueron fusionando hasta generar un cuerpo de creencias totalmente ajena de aquella que debimos seguir, según lo establecido por los patriarcas, los profetas y los apóstoles. 

Aquella fe que era de origen hebreo fue perdiendo sus raíces y adoptando una fisionomía absolutamente occidentalizada, muy lejos de aquella que la vio nacer, con lo que se fue perdiendo el verdadero significado de todo aquello que nos legaron los escritores de los diversos libros que componen aquel cuerpo que hoy conocemos como la Biblia. Con la mirada occidental que se le imprimió a la Biblia se hizo muy difícil comprender muchas de las palabras, de las acciones, de los rituales y de los significados que estaban establecidos en sus líneas, quedando en el olvido el sentido original que ahí había quedado plasmado. Pensemos en como cada una de las costumbres de los diversos países en los que habitamos perderían su esencia y su sentido si se le aplica la cultura de otro rincón del mundo completamente ajeno a nosotros, lo más probable es que al no ser capaz de comprender ciertos códigos que nosotros manejamos y que para ellos resultarían completamente extraño, se le apliquen las costumbres que a ellos les son familiares, con lo que se va perdiendo el sentido original, reemplazándolo con lo que es comprensible para ellos. Esto es lo que le ocurrió a las escrituras y con el paso de los siglos su esencia original se fue perdiendo completamente y fue reemplazada por una mirada occidental que muy poco tenía que ver con su sentido original.

El cristianismo nace al alero del Imperio Romano y bajo la creencia de que Jesús vino a fundar una nueva religión que nos llevaría hacia Dios, una creencia distinta nacía respecto de aquella que practicaban aquellos “detestables judíos” que habían rechazado al Mesías y le habían dado muerte, aquel cristianismo que conocemos hoy debió sortear una inmensidad de lecturas que fueron naciendo producto de interpretaciones o de nuevas revelaciones que recibían los nuevos “profetas” o líderes de los diversos grupos religiosos que nacieron en los primeros siglos y antes de su consolidación como religión oficial del Imperio Romano, y por supuesto cada una de ellas poseían la convicción de ser la verdadera y más fiel seguir del mensaje de Jesús, grupos como los montanistas, los ebionitas, marcionistas o el gnosticismo por mencionar algunos de los más importantes, generaron una gran cantidad de doctrinas que se fueron introduciendo para entregar una interpretación y una nueva manera de comprender aquellos misterios que nos dejaban planteados los escritos bíblicos, detallar cada postura daría origen a un estudio independiente de este, lo que nos interesa en este estudio es dejar de manifiesto que el cristianismo que hoy conocemos recibió la influencia de diversas fuentes que fueron otorgándole el aspecto con el que hoy lo conocemos, pero esta amplia gama de creencias, también rivalizaba con otras creencias provenientes de otros rincones del Imperio, como la religión egipcia, babilónica, el mitraismo, el maniqueísmo, entre otras; lo cierto es que las creencias de todas estas corrientes se fueron mezclando hasta que finalmente y después de duras disputas principalmente después de la discusión entre las corrientes arrianas y la de Atanasio, es que se llama al Concilio de Nicea por el emperador romano Constantino en el año 325, para establecer las doctrinas de la religión que dominaría al Imperio, es en este Concilio en Nicea donde triunfa la visión trinitaria en desmedro de la arriana de la unicidad de Dios, con lo que nace y se consolida lo que hoy conocemos como Iglesia Católica Apostólica y Romana, que es el fruto de la fusión de la diversidad, no solo de las distintas posturas dentro del cristianismo, llamado primitivo, sino también de las otras religiones que se disputaban el predominio al interior del Imperio.



Con esta magistral jugada, Constantino buscaba consolidar su poder después de la guerra civil frente a su rival, el General Magencio, por el control del Imperio occidental y posteriormente derrotando a Licinio, quien dominaba el lado oriental del imperio, de esta manera Constantino logra reunificar el Imperio bajo su poder, y con el apoyo de un grupo que se había hecho mayoritario en la mayoría de los rincones de los extensos territorios romanos, los cristianos. De esta manera, Constantino obtenía el poder político, religioso y militar, por lo que su decisión por el cristianismo estuvo muy lejos de tratarse de una señal proveniente del cielo que le permitió ganar su batalla en el puente de Milvio ante el General Magencio su rival por el trono romano, a partir de ese momento el cristianismo niceno, se consolida y años más tarde bajo el gobierno de Teodosio el Grande se convierte en la religión oficial del Estado, mediante el Edicto de Tesalónica en el año 380, con lo que se convierte en universal, es decir, en católico. De esta manera las raíces originales de la fe de las que nos hablaron los profetas, Jesús y los apóstoles quedaban olvidadas y desacreditadas por una religión que iba dominar por los próximos dos mil años.

Con la caída del Imperio Romano de occidente en el 472, el poder papal se va a ver disminuido, el poder político que lo sostenía se había derrumbado para siempre, el poder se va a afianzar en Constantinopla, que pasa a tener la preeminencia en la cristiandad, una posición de privilegio en desmedro de Roma, pues en el lado oriental el Imperio continuaba fortalecido, el Papa romano tuvo que jugar sus cartas políticas y establece alianzas con el pueblo bárbaro más fuerte de los que se habían repartido los despojos del Imperio Romano después de su desplome y que se había establecido en la antigua Galia, los Francos. El papado necesita de un poder político y lo encuentra en ellos y en su líder quien se convierte al catolicismo junto a todo su ejército, el Rey Clodoveo también  afianzaba su poder y establece su autoridad sobre los demás pueblos dominados en el nombre de Dios, de igual manera sus descendientes gobernarían por mandato divino consolidándose el poder franco bajo el reinado de Carlomagno.



La Iglesia Católica se convertiría en la gran señora que tendría la hegemonía absoluta por casi mil años y sentaría las bases de un sistema social, económico y político como fue el feudalismo, que se validaba a través del cristianismo católico. La Edad Media se había constituido en un período demasiado extenso pero los tiempos estaban cambiando, “era evidente que la antigua iglesia medieval, la sociedad total que se remontaba a los tiempos carolingios, estaba desintegrándose… Johann Geiler, de Estrasburgo, uno de los últimos grandes predicadores de la Edad Media, había pronosticado la disolución en su último sermón ante el emperador Maximiliano: ”Puesto que ni el Papa ni el emperador o los reyes o los obispos están dispuestos a reformar nuestra vida, Dios enviará un hombre con ese fin. Abrigo la esperanza de ver ese día…pero soy demasiado viejo. Muchos de vosotros lo veréis; y cuando llegue el momento os ruego que penséis en estas palabras[1]. Efectivamente el orden establecido a través del Concilio de Nicea en el año 325 finalmente se rompería ante la protesta del monje agustino alemán Martín Lutero, quien al clavar en la puerta de la Catedral de Wittenberg sus noventa y cinco tesis daba inicio a un periodo de reformas que dividiría la cristiandad en dos posturas irreconciliables llegando a desatar cuentas guerras religiosas que desangraron Europa. Es aquí donde van a surgir nuevas doctrinas como la que nos convoca en esta oportunidad, como lo es la doctrina de la predestinación. 

Este momento histórico es un hito importante para los cristianos protestantes, sin embargo es absolutamente necesario dejar en claro que esta fue una división de la Iglesia Católica en otra vertiente de la misma, y que nada tiene que ver con aquellas raíces hebreas de las que hablamos al principio, en la reforma protestante no hubo ninguna vuelta a la raíces originales de la fe en YHVH, sólo significo una reformulación de aquellas doctrinas que se establecieron a partir del Concilio de Nicea y de los posteriores concilios que le sucedieron, no fue una revolución y una vuelta a sus raíces, fue sólo una reforma de sus propias doctrinas y que muy poco tienen de bíblicas. Hacía quince siglos que los cristianos se habían separado de los judíos, y los habían mantenidos lo suficientemente marginados como para volver a mezclarse con ellos, el cristianismo nada tenía que ver con aquella “raza detestable”, por lo que no hubo ningún atisbo de asomarse a aquellas raíces que habían quedado olvidadas y enterradas.



Las discusiones entre los reformadores giraban en torno a la necesidad de encontrar los puntos en común para establecer una teología que representase su posición frente al catolicismo, como ejemplo podemos citar la discusión en el Coloquio de Marburgo realizado entre los días 1 y 4 de octubre de 1529 donde la problemática giraba en torno a la presencia de Cristo al celebrarse la Eucaristía, para Lutero en la “Santa Cena” debía enseñarse que el cuerpo y la sangre de Cristo están realmente presente al momento de comulgar, para Ulrico Zwinglio en cambio el pan y el vino eran sólo una representación por lo que constituía sólo un símbolo, discusiones como esta demuestran cuán lejos estaban los reformadores de las verdades bíblicas, debatiendo asuntos que provienen del paganismo y no de los textos bíblicos, hemos explicado anteriormente que Jesús no instituyó ninguna “Santa Cena” como señala el catolicismo y el protestantismo, antes de morir Jesús y sus discípulos celebraba aquello que es mandamiento perpetuo, ordenado por YHVH a través de Moisés, como lo es el Pesaj (Pascua), y que lo puedes estudiar en nuestro artículo dedicado al paganismo en la cristiandad que hemos denominado La Santa Cena, alargarnos en extenso de la diversidad de disputas teológicas que surgieron de la reforma protestante significaría desviarnos del tema que hoy nos convoca, por lo que nos centraremos exclusivamente en la doctrina Calvinista de la Predestinación.

Dejamos la primera parte de este estudio hasta aquí, mantente atento para la segunda parte del estudio sobre la Doctrina de la predestinación.


Gabriel Elías.



[1] Johnson Paul, La Historia del Cristianismo, Ediciones B. S.A. para el sello Zeta Bolsillo, Barcelona, septiembre 2010, Pág. 360. 

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